10 marzo 2011

Que Bonita Vecindad

Por Loba

Desde que el mundo es mundo, las gentes viven unas cerca de las otras. El instinto gregario es una realidad natural, y muchas veces fuente de cosas geniales que nos llenan de alegria.
Sin embargo, hoy mismo me crucé con dos historias que pueden servir para demostrar que capaz, en una de esas, los ermitaños tienen toda la razon del mundo.
La primera le ocurrió a un compañero de trabajo, que permanecerá anonimo porque me da una pereza invencible ir y preguntarle si puedo usar su nombre.
Resulta que el susodicho anda con planes de alquilar su departamento, ubicado en un 1er piso que da a pulmon de manzana (PROTIP: el pulmón de manzana es ese hueco en el medio de todos los edificios, exactamente de espaldas a la calle).
Los que viven en edificios, ya sabrán por donde viene la mano. Para los que no, paso a explicar.
Ese pequeño hueco es el depositario tradicional de la mugre combinada de todos los habitantes de ese edificio, y a veces hasta de sus aledaños. Hojas secas, tierra y el eventual pájaro muerto conviven en ese espacio con desechos de todo tipo de placeres. Envoltorios de golosinas, colillas de cigarrillo, botellas, preservativos, restos de comida... se imaginarán.
Mi compañero, al corriente de esta situación y temeroso de tener que alquilar un departamento con vista al basural, le pidio amablemente al administrador del consorcio que se deshiciera de la mugre acumulada. A principios de febrero.
Hoy, a 10 de marzo, la situacion sigue siendo la misma, amén de que sus vecinos siguen contribuyendo diariamente a la buena salud de la mugre, por lo que mi compañero decidio tomar acciones directas (léase, ir a encarar al señor y pedirle de manera enérgica que remedie la situación)

La segunda historia le ocurrio a quien les escribe.
Eran las 7 am, mi despertador estaba programado para las 8. Pero mi descanso se vio interrumpido por los gritos extemporáneos de mi vecino de al lado, un hombre mayor que luego de 10 años de convivencia se ha ganado el apodo de "El Tonto".
El mencionado Tonto, no paraba de gritar el nombre de mi padre con toda la fuerza de sus pulmones mientras batía las palmas.
Al ver que nadie acudía a su rescate procedió a prenderse del timbre con alma y vida. Recuerden, esto era a las SIETE DE LA MAÑANA.
¿Algo se prendía fuego?, ¿su bienamada esposa era víctima de un soponcio? ¿nos invadían fuerzas alienígenas, zombies o aún peor, reggaetoneros?
No, el señor reclamaba que le prestaramos la máquina de cortar pasto.
Yo no intento darme aires de experta en problemas de la tercera edad, pero me suena a que una imperiosa necesidad de cortar el pasto al rayar el alba es un signo unívoco de que el señor (para usar terminología técnica) esta gagá.
Al bajar y decirle que mi padre se estaba bañando y que por el amor de todos los Dioses volviera en una hora, tuvo el tupé de preguntarme si no podia salir un rato antes.
Mi padre, por otra parte, se tomó el trabajo de evitarlo lo mas posible, hasta que, derrotado, el Tonto regreso a su hogar.

Estas dos historias tienen una única cosa en común, la ausencia de respeto por el otro. Ni los vecinos de mi compañero, ni el administrador del consorcio, ni El Tonto, se toman un segundo para pensar en el efecto que sus acciones (u omisiones) pueden tener en los demás.
Decir que yo ejerzo el respeto por otros como una cosa cotidiana sería una mentira espantosa. Tengo montones de momentos molestos, avasallantes, garcas y descuidados, pero al menos hago el intento de mejorar y de que sean cada vez menos.
No se si fue que se perdió, que nunca estuvo, pero se me hace que estamos necesitando urgente una inyeccion de respeto y empatía. Alguna especie de droga milagrosa que haga que podamos dejar de estar absortos en la contemplacion de nuestro propio ombligo, por bello que este nos parezca.
Tal vez, así notaríamos que muchísimas de las cosas de las que nos quejamos cada día pueden mejorar con algo tan sencillo como no romperle las bolas al prójimo a menos que sea absolutamente inevitable.
Feliz Dia de la Cortadora de Pasto!

Loba

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