20 marzo 2012

Quería hablar sobre el aborto, y terminé colgando con la violación. Un amigo me cuenta indignado de la violación de la nueva turista, una mexicana en salta... y no sabemos nada de las que suceden a menos de 2kms de nuestras casas y nadie se entera. Cuantos caso de abuso y violencia familiar llegan a la tele? Sólo algun que otro asesinato espectacular. Lo que sucede es que lo que pasa en la familia, se queda en la familia. Son muy pocas las personas que tienen la fuerza de ir a la policia y saber que tienen que volver a domrir en sus casas, con el perpetrador del hecho. Se hace la denuncia, la mandan al juzgado, y designan un asistente social, ¿no? Escuché que en alguna ciudad, en alguna provincia, no podían hacer la denuncia porque no tenían papel. Escuché de una localidad pequeña, en un provincia, donde el marido abusador era amigo de la policía local. Escuché que en Chaco, los chicos de Red Solidaria están construyendo un refugio para que vivan las víctimas de abusos familiares mientras todo el tramiterío y papelerío tiene efecto. ¿Habrá más lugares como ese?

Son estos los momentos en donde me gustaría tener las bolas de Thompson, ir a la casa de la mujer, la casa de la familia, distintas comisarías y preguntar, preguntar todo.

Y volver y escribirlo, escupirlo desde lo más profundo de mi ser, de mi angustia y de mi ira, cómo es volver a casa y saber que van a seguir violando a tu hermanita porque el policía no te puede tomar la declaración porque sos menor. O porque no te cree. O te toma la declaración, y te cree, pero no hay asistente social, y no saben qué hacer con vos. Cómo es terminar de declarar, con el ojo morado y el brazo morado y latiendo y no voy a decir qué más morado y latiendo y saber que no tenés más a donde ir, que ya está... y saber que te espera una peor. O cómo es (y esto no lo puedo preguntar, sólo puedo adivinarlo) cómo es creerte que te lo merecés, que es porque sos mala, que no hay manera de escapar, que es tu culpa por zorra... y escuchás los pasos del otro lado que se detienen ante tu puerta y sabés que viene de nuevo... y sabés que no podés esconderte.

O no sabés nada, nada de nada, y te parece bien, que es una forma de cariño y después para siempre, para siempre, buscas esa "forma de cariño" y te odiás en secreto, tan secreto que es inconsciente y no lo sabés y buscás lastimarte por medios tan intrincados e inconscientes como tu grito de "¡esto está mal!".

No quiero hablar de la violación fácil, espontánea y de única vez en un rincón en una calle oscura. Quiero hablar de las otras. Las que no llegan a la tele. Las que no protagonizan turistas que pagaron por un viaje de placer, si no niñas o niños que no tienen edad de saber que está pasando. De las que protagonizan esposas y madres que todavía creen que ese hombre, con el que se casaron, tiene razón. O no tiene razón, pero tiene el derecho. O no tiene razón ni derecho, pero tiene suficiente fuerza e impone suficiente miedo.

Quiero darle voz a todas las que se callan. A todas las que se ocultan. A todas las que no tienen donde ir.